Miércoles 24 de agosto
El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales (1 Tim. 6:10).
Si no pusiéramos en práctica lo que predicamos, seríamos como los fariseos. Pablo conocía bien la hipocresía de aquel grupo religioso y las consecuencias de su conducta. Por eso, más de una vez le advirtió a Timoteo que no cayera en ese error, sino que siempre fuera sincero (1 Tim. 1:5; 4:1, 2). Está claro que su joven compañero vivía la verdad, pues Pablo le escribió en su segunda carta: “Recuerdo la fe que hay en ti sin hipocresía alguna” (2 Tim. 1:5). Con todo, Timoteo debía esforzarse para que su sinceridad fuera evidente a los demás cristianos. En las dos cartas que Pablo escribió a Timoteo, le ofreció consejos relacionados con diversos aspectos de la vida. Por ejemplo, le dijo que no ambicionara riquezas. El amor a las riquezas es un síntoma de debilidad espiritual, pero los cristianos que llevan una vida sencilla y se contentan con tener “sustento y con qué cubrir[se]” demuestran su progreso espiritual (1 Tim. 6:6-8; Fili. 4:11-13). w09 15/12 1:10, 11