Domingo 25 de septiembre
Cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida (Rev. 22:17).
Mediante el espíritu santo, se nos hace una invitación a los seres humanos. A todos se nos dice: “¡Ven!”, y se nos anima a saciar la sed con un agua muy especial. No se trata del líquido habitual, que está compuesto de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno y que resulta esencial para la vida. Se nos ofrece algo totalmente distinto, algo a lo que se refirió Jesús cuando le dijo a la samaritana que estaba junto al pozo: “A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará para impartir vida eterna” (Juan 4:14). Como vemos, se nos convida a tomar un agua que es extraordinaria, pues brinda vida sin fin. Dios ha tomado medidas para que las personas obedientes puedan librarse del pecado y la muerte y obtener vida eterna en una Tierra paradisíaca. Todas estas medidas constituyen el agua de la vida (1 Juan 4:9, 10). w10 15/2 3:3, 4
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